¿Por qué el papa Francisco nunca visitó la Argentina?
El papa Francisco murió a los 88 años sin haber podido concretar un anhelo pendiente: visitar la Argentina durante su pontificado. A pesar de las múltiples especulaciones y anuncios fallidos, ese viaje que ilusionó a muchos fieles jamás se hizo realidad.
Desde 2013, cuando fue elegido como el primer papa latinoamericano y jesuita, Jorge Mario Bergoglio mantuvo una relación compleja con su país natal, marcada por la distancia física pero también por un vínculo espiritual constante.
En 2024, durante una audiencia en el Vaticano con dirigentes sindicales argentinos, entre ellos Pablo Moyano, Héctor Daer y Jorge Sola, el papa había deslizado la posibilidad de venir en 2025. Incluso mencionó potenciales destinos: Santiago del Estero, Córdoba y la Patagonia. Sin embargo, poco después aclaró en una entrevista durante su gira por Asia y Oceanía que la visita aún no estaba decidida: "Hay cosas que resolver antes", afirmó.
Durante esos meses, también se barajó la idea de que el viaje papal incluyera una escala previa en Canarias, España, donde el pontífice deseaba expresar su solidaridad ante la crisis migratoria. Desde allí, se habría trasladado a Sudamérica. La intención estaba presente, pero las complicaciones logísticas, de salud y diplomáticas terminaron por aplazar indefinidamente el regreso del Papa a la tierra que lo vio nacer.
En entrevistas televisivas e intercambios con periodistas, Francisco reconoció su preocupación por la situación social y económica argentina. En una de sus últimas declaraciones, expresó: “La gente está sufriendo mucho allí, es un momento difícil del país”. Esa cercanía se mantuvo en privado, como relató Gustavo Vera, amigo personal del Papa y dirigente social, quien aseguró que intercambiaban cartas frecuentemente, algunas escritas de puño y letra.
Lejos de la indiferencia, Francisco siguió de cerca la actualidad argentina. Según Vera, solía comentar sobre política, cultura, fútbol y hasta tango. Aunque no pisó suelo argentino como Papa, el vínculo nunca se rompió. Miles de compatriotas lo visitaban en el Vaticano, acudían al Ángelus o tenían audiencias personales, reforzando ese hilo invisible que unía a Roma con Buenos Aires.
Con su muerte, se cierra una etapa única en la historia de la Iglesia. El único papa argentino jamás visitó su patria como pontífice, pero dejó huellas profundas.