La muerte del Papa Francisco, a sus 88 años, marcó el final de su papado y dejó a la Iglesia católica con “sede vacante”, por lo que ahora el Vaticano deberá convocar a un cónclave para elegir a su sucesor.

Este ritual, que ha sido un gran misterio sobre su funcionamiento para el ojo público por su hermeticidad, reúne a cardenales de todo el mundo para llevar adelante la elección del nuevo Papa.

La palabra cónclave viene del latín “cum clave”, que significa “con llave”. Esta expresión hace referencia a la sala donde se reúnen los cardenales, la cual en el pasado debía estar cerrada para que estos no pudieran recibir influencias del exterior.

La celebración se realiza en la Capilla Sixtina, y según lo establecido, deberá ser convocada dentro de los próximos 20 días por el camarlengo Kevin Joseph Farrell, quien asumió el mando del Vaticano.

Desde la era apostólica, el Sumo Pontífice era elegido por consenso entre el clero y los laicos de la diócesis. Sin embargo, en 1059, el Papa Nicolás II estableció que sólo los miembros del Colegio Cardenalicio tendrán la potestad de votar. A lo largo de los años, hubo otros cambios en el proceso.

El último cónclave tuvo lugar en 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, en el que el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio fue elegido como nuevo Sumo Pontífice.

CÓMO ES EL PROCESO PARA ELEGIR AL NUEVO PAPA

Tras la muerte del Papa, el camarlengo convoca a los cardenales menores de 80 años a la Capilla Sixtina, donde se encierran y realizan un juramento en el que se comprometen a mantener en absoluto secreto todo lo que ocurra durante el proceso.

Una vez que todos estén presentes, el camarlengo cierra las puertas con la frase “extra omnes”, que significa “todos afuera”. Así, se da comienzo a la elección del Sumo Pontífice.

La votación se realiza por escrito. Cada uno de los cardenales debe poner en un papel el nombre de su candidato, lo dobla y lo muestra a los demás presentes. Luego, uno a uno, van hacia el altar para depositarlo en la urna, mientras recitan hacen un nuevo juramento: “Testor Christum Dominum, qui me iudicaturus est, me eum eligere, quem secundum Deum Ludico eligi debere” (“Yo testifico delante de Cristo el Señor, que me ha de juzgar, que yo elijo a quien, según Dios, Ludicus debe ser elegido”).

Una vez culminada la votación, se inicia el recuento a viva voz. Cada voto es revisado por tres cardenales, quienes comprueban el nombre escrito, y luego todas las papeletas se queman en una fogata que tiene salida al exterior.

Para que uno de los candidatos sea elegido Papa, debe contar con el apoyo de al menos dos tercios de los presentes. Por día, puede haber hasta cuatro votaciones, las cuales se repiten hasta que se logre consenso.

Tras cada votación, la fogata mostrará al exterior el humo de la fogata en la que se queman los papeles: si es negro, indica que el resultado no fue favorable; pero si es blanco, indicará que se eligió al nuevo Sumo Pontífice.

Una vez elegido, el cardenal deberá dar su consentimiento. Si acepta, se anunciará desde el balcón de la basílica de San Pedro el tradicional “Habemus Papam” y se presentará al mundo a quien fue elegido Papa.