Cronología de una muerte y de una nueva esperanza: el análisis del Dr. Claudio Zin desde el Vaticano
A veces, estar “en el momento y el lugar adecuados” permite ver la historia de otra manera. El Dr. Claudio Zin estuvo en Italia en el preciso momento en que las campanas anunciaron la muerte del papa Francisco. Desde su experiencia y conocimiento, cuenta qué sucedió esa mañana y cómo será el proceso para elegir a un sucesor.
Por Dr. Claudio Zin, desde el Vaticano
Me gustaría contarles qué significa para un médico y periodista estar en el lugar y el momento adecuados. El lunes a las 7.35 de la mañana empezaron a sonar las campanas de muchas iglesias de Italia, en Roma en particular. Fueron 88 campanadas avisando que había una catástrofe en la Iglesia: había muerto el Santo Padre, el Sumo Pontífice.
Nunca de habló de Jorge Bergoglio, y ese es un concepto que no es menor, porque tiene que ver claramente con la percepción de un pueblo históricamente católico.
La muerte se conoció a las 10.35, aproximadamente, cuando el camarlengo Kevin Farrell hizo el anuncio formal, contando que a las 7.35 había muerto el Santo Padre. Después supimos que se despertó a las 5.30 de la mañana, que llamó a Massimiliano Strappetti, su asistente, enfermero y kinesiólogo, para agradecerle, con un hilo de voz, por haberlo llevado el día anterior, el Domingo Pascua, a San Pedro. Strappetti le hizo una caricia y lo dejó durmiendo. Cuando vio que ese “durmiendo” era algo diferente, llamó de inmediato a los médicos de Gemeli.
Se hicieron presentes el jefe de Departamento y los médicos de su equipo. El Gemeli es un policlínico del propio Vaticano. Entraron y ya había muerto. Estaba en un coma muy profundo y no pudieron hacer absolutamente nada. Finalmente, a las 7.35 murió.
En esas dos horas, de las 5.30 a las 7.35 hubo un ir y venir de médicos, pero nadie recibió la indicación o el consentimiento para hacer nada más que lo que se hizo. Esa es la cronología de cómo fueron los hechos sucedidos en la mañana del 21 de abril de 2025, desde el punto de vista médico.
Luego de la constatación de la muerte, de acuerdo al ritual de la Santa Iglesia Romana, una vez que se constató la muerte (tres cardenales tienen que estar presentes), la confirmaron y la anunciaron al mundo. Y más tarde comenzó el proceso de embalsamamiento del ahora cuerpo del último Papa.
Es un procedimiento que lleva varias horas. Hay dos expertos en el Vaticano. Por supuesto, son médicos que saben cómo hacer esto para que el cuerpo del Santo Padre esté en condiciones de ser visto durante los cinco o siete días siguientes. En este caso, fue de lunes a sábado, cuando se cerró el ataúd, se realizó el funeral y se lo traslada a su última morada, en Santa María Mayor, donde eligió ser enterrado.
Encima de su ataúd solo habrá una lápida que dice “Franciscus”. Esto no es algo novedoso. En esa misma iglesia, una de las cuatro archibasílicas romanas, está enterrado el gran artista Gian Lorenzo Bernini, también en un piso, debajo de un escalón de la escalera que lleva al altar mayor, y allí dice simplemente “Gian Lorenzo Bernini”. Los grandes, posiblemente, eligen este modo.
Pero, volviendo un instante atrás, me gustaría explicar qué significó para mí estar acá, en Italia, en el momento en que murió el Santo Padre. Si hubiera estado en Buenos Aires, posiblemente mis sensaciones hubieran sido diferentes. Italia mostró de inmediato afecto, tristeza, lamentos. Yo me reuní el martes con mis familiares y todos mostraron tristeza, independientemente de la ideología.
Es entonces cuando uno se plantea: “¿pueden ser tan hipócritas todos? ¿Es posible que todo el mundo esté fingiendo algo que en el fondo no sienten?”. Y no. La respuesta es que sienten el duelo. El luto es popular. Todo el mundo, sin excepciones. Lo que tuvieron cercanía y los que no. Los que coincidieron y los que no. Todos muestran especialmente respeto a la figura del Pontífice Máximo.
En cambio, cuando uno mira las redes sociales argentinas se puede ver situaciones diferentes. Leo “este fue el peor Papa”, “para mí fue el mejor”. La verdad es que hubo 266 papas y el mejor de todos fue San Pedro… Fue el número uno y hasta ahora nadie ha podido superarlo. Por tal motivo, decir que Francisco fue bueno o malo, más allá del sarcasmo, es una estupidez. Es no entender qué significa ser el Papa, ser la cabeza de la Iglesia Católica Apostólica Romana, que tiene 1.300 millones de fieles en el mundo. Es minimizar una condición que va mucho más allá de la simple historia de un Papa que asumió posiciones y eso generó opiniones diversas.
Francisco fue un Papa que no pudo resolver controversias mundiales ni evitar guerras. Pero tampoco Naciones Unidas… El Papa Francisco hizo lo que pudo y lo hizo del modo que él supo. Muchas de sus propuestas fueron limitadas por falta de apoyo de un sector de la curia romana, de la burocracia de la Iglesia.
LA SUCESIÓN
Alrededor del 5 de mayo –todavía no hay una fecha precisa- se reunirá el conclave (no es “cónclave”, como se le dice habitualmente) de 135 cardenales electores (hay más de 200 en Roma), que son quienes tienen menos de 80 años, para elegir un nuevo Papa. El mecanismo es el de las dos votaciones por día que todo el mundo ya conoce.
La reciente película “Conclave” puso de manifiesto cómo es el sistema de elección: se alojan en Santa Marta y votan dos veces por día hasta que aparece la fumata blanca simbolizando que se eligió al nuevo Papa.
El decano de los cardenales, el cardenal Giovanni Battista Re, se acerca al elegido y le pregunta si acepta ser Papa y qué nombre toma en ese caso.
Ahora empieza a correr la “giostra”, como se dice aquí, la calesita de nombres. Aparecen personajes. “Ahora le toca a un Papa asiático”. “Ahora le toca a un Papa negro”. O a uno de cualquier lugar exótico del mundo, porque hay muchos cardenales asiáticos y africanos nombrados por Francisco, que “creó” a 108 nuevos cardenales. Muchos de ellos no se conocen ni nunca se vieron en la vida. Se van a encontrar en Roma, en el conclave.
También aparece la “Squadra” de los cardenales italianos, que son 18, y dos o tres de ellos tienen muchas chances de ser elegidos. Uno de ellos se llama Pierbattista Pizzaballa, que es el Patriarca de Jerusalén. En Jerusalén hay una gran congregación de sacerdotes que cuidan los lugares santos. Y tienen un Patriarca, así hay un patriarca ortodoxo. Pero Pizzaballa tiene 60 años y no creo que elijan a un Papa tan joven. Es complicado que eso ocurra.
El otro italiano con posibilidades es Matteo Zuppi, el cardenal de Bologna, uno de los principales referentes de la Iglesia Católica en Italia. Es presidente de la organización de San Egidio. Y luego aparecen el filipino Tagle, un par de africanos… Cualquiera de ellos puede ser Papa.
¿Cómo se elige? Bueno…, por acuerdos. No escritos, tácitos. No son acuerdos “a cambio de”, como en la época de Alejandro VI, el Papa Borgia, que compraba y vendía cardenales para ver si llegaba a Papa. Hoy no existe ese “mercado”, ese orden de cosas. Se vota por simpatía o antipatía. O por conveniencia de grupo, como en el caso de Francisco, cuando fue elegido con el apoyo de los cardenales americanos, que poco tiempo después le quitaron ese apoyo porque los decepcionó. Se van formando grupos, intercambian información, se ven todos los días todo el día, almuerzan y cenan juntos, hablan en los pasillos y así hasta el momento de votar en la Capilla Sixtina, donde se reúnen “conclave”, es decir, “bajo llave”.
A partir de entonces, tendremos un nuevo Papa. Pero no habrá dudas: a todos nos va a faltar algo.