El Papa, el oxígeno y la multitud: crónica de una aparición que sorprendió a muchos
Después de casi 40 días en las sombras, entre internaciones y aislamiento, el papa Francisco sorprendió a todos con una aparición inesperada en la Plaza de San Pedro. Fue el último domingo, al cierre de la misa del Jubileo de los Enfermos.
Se lo vio delgado, sonriente, pero aún con cánulas nasales y una botella de oxígeno escondida detrás de la silla de ruedas. Lejos de un show, su presencia pareció cuidadosamente pensada para enviar un mensaje: el pastor está débil, pero sigue con su rebaño.
Este lunes, ya en la intimidad del Vaticano, Francisco recibió al cardenal Pietro Parolin, en lo que marcó el retorno de su agenda habitual. Según Matteo Bruni, vocero de la Santa Sede, el Papa "lentamente está retomando algunas citas" y evoluciona de manera estable.
La voz, antes apenas un susurro, mejoró gracias a la rehabilitación, y su movilidad también mostró avances. El domingo, incluso saludó y estrechó manos, dejando ver una faceta de entusiasmo pocas veces vista tras su salida del hospital Gemelli el 23 de marzo.
Pese a las apariencias, la escena no fue un acto de rebeldía. Aunque muchos pensaron que estaba violando las indicaciones médicas, Bruni fue claro: “El Papa sigue su convalecencia según la prescripción de los médicos”. De hecho, el propio Sergio Alfieri, cirujano que lo operó dos veces y lo conoce como pocos, reveló que Francisco tomó la decisión de salir, con el objetivo de mostrar que no solo regresó a su casa, Santa Marta, sino también al pueblo. “Él no esconde su fragilidad”, aseguró.
El tratamiento sigue firme: oxigenación nocturna, fisioterapia motora y respiratoria, y una rutina marcada por la oración, el trabajo y la lectura.
La infección pulmonar persiste, pero está en retroceso, según las últimas radiografías. Sin embargo, el futuro inmediato sigue sin definiciones.
Qué esperan para Semana Santa
Sobre la participación en la inminente celebración pascual, Bruni no dio certezas: “Habrá que ver momento a momento”. El Papa tiene 88 años y la prioridad, dejó entrever, es cuidar cada paso, cada esfuerzo.
Esta situación no es nueva en la historia reciente del Vaticano. Ya en 2005, Juan Pablo II se ausentó por completo en dicho evento antes de morir. Y el mismo Francisco, en los últimos dos años, debió modificar sus apariciones por problemas respiratorios. Aún no se sabe qué rol tendrá en la próxima Misa de Ramos, pero si algo ha demostrado el Papa es que, incluso débil y con oxígeno, su voluntad de estar junto a la gente sigue intacta.