Aunque se espera una multitudinaria despedida en Roma, no todos los líderes mundiales estarán presentes en el funeral del papa Francisco este sábado. La Plaza de San Pedro reunirá a cientos de delegaciones que quieren rendir homenaje al pontífice argentino, cuya figura trascendió las fronteras religiosas y políticas. Sin embargo, algunas sillas quedarán vacías y esas ausencias, por motivos diplomáticos o controversias personales con el Papa, hablan tanto como las presencias.

Entre las ausencias más notorias está la de Vladimir Putin, impedido de viajar por la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (CPI). También Benjamin Netanyahu quedará fuera del evento, en parte por sus tensiones con Francisco, quien fue muy crítico con la respuesta militar israelí en Gaza.

La ausencia de ambos líderes refleja el difícil equilibrio entre la diplomacia y los principios éticos que Francisco nunca temió señalar, incluso a costa de enemistades.

Tampoco está claro si China enviará una delegación oficial. Aunque Pekín expresó sus condolencias y habló de avances en las relaciones bilaterales, el Vaticano no mantiene vínculos diplomáticos con el régimen chino y sigue reconociendo a Taiwán, lo que complica una presencia oficial. Estos puntos ciegos en la ceremonia revelan los límites del poder blando del Vaticano, incluso en el contexto de un papa con vocación global.

Del lado opuesto, hay quienes asistirán tras haberlo criticado duramente. Javier Milei, presidente de la Argentina, estará en Roma pese a haber tildado a Francisco de “representante del diablo” y “comunista” durante su campaña. Su presencia, en año electoral, parece más una estrategia para reconectar con una figura profundamente querida por el pueblo argentino que un acto de arrepentimiento genuino. Algo similar ocurre con Donald Trump, que también dijo presente a pesar de los roces con el Papa sobre temas migratorios.

El contraste es marcado: Francisco evitó durante su vida las cumbres con los poderosos, fiel a su compromiso con las “periferias” del mundo. Sin embargo, su despedida se convirtió en una cumbre global, con más de 170 delegaciones confirmadas.

Y mientras la misa de funeral avanza, en los pasillos del Vaticano y los hoteles de Roma se celebrarán reuniones bilaterales entre líderes como Zelensky y Trump, en una suerte de "diplomacia funeraria", como la bautizó la prensa japonesa décadas atrás. Así, entre las flores y los cantos, también resonarán intereses, alianzas y estrategias. Quizás esa también sea una parte del legado de Francisco: haber hecho del Vaticano un escenario relevante no solo en lo espiritual, sino también en el tablero político mundial.