El Papa que no fue: la historia de la primera foto viral de IA de la historia
Por Lalo Zanoni
Cuando apareció la imagen del Papa Francisco caminando por las calles de Roma con una campera blanca estilo Balenciaga, muchos creyeron que era real. No era solo una buena edición: era algo distinto. El Papa parecía salido de una campaña de moda, con la misma naturalidad con la que camina por la Plaza San Pedro. Nadie dudó. Esa fue la señal. Algo había cambiado.
Pero la foto fue creada con IA con una herramienta llamada Midjourney que hasta ese momento era desconocida. Se hizo viral en marzo de 2023 y en cuestión de horas cruzó todas las plataformas. Su autor se llama Pablo Xavier, un trabajador de la construcción de Chicago, de 31 años y músico aficionado, hijo de latinos.
Pablo creó la foto en un momento de inspiración. No buscaba manipular ni engañar a nadie. Solo jugaba. Pero el juego se volvió serio muy rápido. Jamás imaginó que su imagen iba a marcar un antes y un después, ni que se convertiría en el símbolo de una época. Hoy ya forma parte de la historia de la fotografía moderna.
No porque sea técnicamente perfecta –Midjourney todavía tenía problemas con las manos y los detalles–, sino por el contexto y su potencia simbólica. La foto apareció en un momento en que las herramientas de generación de imágenes con IA estaban dejando de ser un experimento de nicho para instalarse en el centro de la conversación pública. Pocos meses antes había aparecido ChatGPT y durante 2023 aparecerían otras aplicaciones generativas como Gemini, Meta y Cloud, entre otras.
Sin dudas que la foto del Papa Francisco fue el primer gran hito de la IA generativa. No el más avanzado, pero sí el más simbólico. A diferencia de otras imágenes manipuladas en el pasado, esta no requería ser experto en Photoshop ni ser un profesional del diseño. Lo que nos vino a decir la imagen de Xavier fue un mensaje tan simple como contundente: cualquiera de nosotros podía hacer eso. Bastaba con una cuenta en Discord e imaginar un buen prompt en Midjourney. El resultado: un Papa que no existe, pero que convenció al mundo por un instante.
En medio del ruido de las redes, aquella imagen se propagó con la misma lógica que una noticia real. Fue compartida al instante por millones de usuarios comunes y medios digitales que no chequearon si era verdadera. No fue una ilusión óptica, fue una ilusión informativa. Podía ser cierta. ¿Y si el Papa se había puesto esa campera porque tenía frío? Lo importante de una mentira para ser creíble es que esté lo más cerca posible de la verdad.
Después de esa imagen de Francisco se hicieron muchas, como pasa siempre: Trump arrestado, Macron entre las llamas, Putin arrodillado. Pero ya estaba develado el truco. Ninguna tuvo el impacto de aquel Papa Balenciaga. Porque tocó algo más profundo: la relación entre fe y verdad. No fe en el sentido religioso, sino en lo simbólico. La pregunta que surgió después de aquella imagen (y se mantiene hasta hoy) es la siguiente: si ya no podemos confiar en lo que vemos, ¿qué lugar ocupa la imagen en la construcción de la realidad?
Y también surgieron otros dilemas sobre la IA, la ética y la información: ¿cómo distinguir lo real de lo artificial en la era de la IA? ¿Hay que exigir etiquetas especiales que aclaren que estos contenidos fueron creados con IA? ¿Estamos preparados para vivir en un mundo de imágenes verosímiles pero irreales?
La foto simboliza una época. Representa un nuevo orden visual. Uno en el que la frontera entre lo real y lo sintético es cada vez más indistinguible, y donde las herramientas para manipular la percepción ya no están en manos de gobiernos o grandes corporaciones, sino de cualquier persona que pueda subir un contenido a la red.
Esa es la enorme potencia -y el riesgo- de esta nueva era. Y por eso, para mí, esa foto es la imagen emblema de la inteligencia artificial generativa. Porque no necesitó ser real para ser creída. Solo necesitó parecerlo.