La inteligencia artificial generativa deslumbra por su capacidad de transformar simples palabras en creaciones visuales complejas: desde escenas oníricas al estilo Studio Ghibli hasta retratos imposibles o portadas de discos que nunca existieron.

Sin embargo, detrás de esa aparente “magia”, hay un costo que suele pasar desapercibido. Un solo pedido para generar una imagen puede representar el uso de medio litro de agua, según reveló un estudio reciente.

El responsable de este dato es Shaolei Ren, investigador de la Universidad de California en Riverside, quien estimó que entre 10 y 50 prompts consumen unos 500 mililitros de agua, principalmente por los mecanismos de enfriamiento que utilizan los centros de datos para evitar el sobrecalentamiento. Mientras el usuario pide algo tan inocente como “una escena estilo Totoro en el bosque”, servidores enteros trabajan intensamente, elevan su temperatura y demandan agua para seguir operando. No es una metáfora, sino un proceso real que ocurre miles de veces por segundo.

Aunque esta información generó inquietud, no hay un consenso cerrado en la comunidad científica. Muchos expertos cuestionan las cifras y reclaman más validación empírica, ya que todavía no se han realizado simposios ni estudios amplios sobre el impacto medioambiental de estas tecnologías. A esto se suma otro factor: el consumo energético. El mismo estudio calculó que una sola respuesta de GPT-4 puede usar hasta 0,14 kilovatios-hora, equivalente a tener 14 lámparas LED encendidas durante una hora.

Al margen de lo ambiental, la ética también entra en juego. La opción de generar imágenes en ChatGPT se popularizó con pedidos del tipo “una imagen al estilo Studio Ghibli”, pero muchos artistas y usuarios comenzaron a cuestionar si es correcto reproducir estéticas reconocibles sin autorización.

La empresa OpenAI afirmó que sus políticas “prohíben imitar directamente a artistas vivos”, aunque el botón de crear imagen sigue activo. Como recordó la periodista Irina Sternik en su newsletter Ladob, el COO de OpenAI, Brad Lightcap, aseguró: “Respetamos los derechos de los artistas en cuanto a cómo realizamos el trabajo”.

Lo cierto es que esta discusión no es nueva. El uso intensivo de agua y electricidad ya era una preocupación con fenómenos como el streaming, los videojuegos online y las criptomonedas. Lo novedoso es que ahora el debate se traslada al mundo de la IA generativa, porque, como dijo Sternik, “nos estamos indignando por haber gastado agua en crear memes”. Tal vez sea hora de asumir que lo digital no es liviano ni intangible. Tiene peso, consecuencias y requiere decisiones. Si de verdad queremos que esta tecnología sea parte de un futuro sostenible, no basta con deslizar prompts: hay que pensar también en el costo real.